miércoles, 25 de noviembre de 2009

El valor de la elección

Siempre me ha llamado la atención que los animales saben qué tienen que hacer. Un perro sabe lo que ha de hacer para ser un perro. Un gato sabe lo que ha de hacer para ser un gato. Y así con todos.

Las personas somos los únicos que no sabemos a priori qué debemos hacer para ser personas. Eso es porque, como señalan muchos filósofos, el ser humano es esencialmente indeterminado. Un gato no puede elegir dejar de ser un gato. Sin embargo, las personas pueden elegir ser muchas cosas diferentes, incluso varias: músico, abogado, pintor, ama de casa, madre, profesor, etc.

Esto es posible, creo yo, gracias a tres cosas.

Primera: no existe una naturaleza humana determinada, como ocurre con los otros animales. Al nacer sólo somos pura potencialidad, nadie nace siendo músico o médico.

Segunda: tenemos una capacidad de conocer abierta al mundo, más allá de las necesidades básicas. Los animales “conocen” lo que les rodea, en cuanto les es necesario para la supervivencia. Sin embargo, las personas son capaces de conocer las cosas por el mero hecho de conocerlas, y no en vistas a otra cosa (por ejemplo, alimentarse).

Tercera: no tenemos sólo la capacidad de conocer, sino también la capacidad de querer, entendida como voluntad. En cuanto conocemos, somos conscientes de las posibilidades que el mundo ofrece. En cuanto tenemos voluntad, somos capaces de querer hacer reales esas posibilidades, con la intencionalidad propia del ser humano, que va más allá de la satisfacción de las necesidades naturales básicas.

De este modo, al nacer una persona puede ser potencialmente muchas cosas. Su capacidad de conocer y su capacidad de querer le llevan inevitablemente a elegir. Esto muchas veces asusta. La libertad implica responsabilidad. Al elegir, nos vamos determinando. Kierkegaard dice que la libertad es fundamental, ya que al elegir, nos elegimos nosotros mismos. Si decido estudiar filosofía, me elijo como filósofa. Si decido robar, me elijo como ladrona. Si me caso, me elijo como esposa, y posible madre. Al elegir, dejamos cerradas las posibilidades que teníamos al principio. Nos configuramos a nosotros mismos, siendo en última instancia responsables de nuestras elecciones. Por eso se dice “Llega a ser quién eres”. La libertad asusta a muchas personas: es difícil asumir la responsabilidad de haber desechado todas las opciones que teníamos al principio, ¿cómo saber que hicimos las elecciones adecuadas?

A pesar del miedo que puede dar la libertad, elegir es inevitable a nuestra naturaleza. Ésta consiste en no estar determinada: si no elegimos, no “somos humanos" propiamente, nos quedamos en la configuración básica inicial que teníamos al nacer, sólo una serie de capacidades que no han llegado a ningún sitio. Incluso no elegir es en cierto modo una elección, por ello utilizamos calificativos morales como “vago”, “superficial” o “inútil”. A nadie se le ocurriría llamar vago a un perro por no hacer nada más que comer, beber, procrear y descansar. ¿Por qué no ocurre con las personas? Reflexionar al respecto es siempre un tema apasionante.

Cuando debemos hacer una elección y no la hacemos, esto ya es una elección.

William James (1842-1910) Psicólogo y filósofo estadounidense.


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