viernes, 27 de noviembre de 2009

Tolerancia, pluralismo y libertad



En la discusión política actual está muy de moda abogar por la tolerancia, el respeto y el diálogo. Los totalitarismos del siglo XX, con sus desgracias humanas aparejadas, calaron hondamente en el sentir político occidental, hasta un punto en que casi rozamos el polo opuesto: de mantener posturas fijas y dogmáticas que llevan a conflictos armados, a no querer establecer nada como fijo, no sea que se nos tache de de retrógrados y reaccionarios. Así que nada de eso, sólo queremos pluralidad, tolerancia y consenso.

Lo cuál está muy bien: el cambio es inherente al ser humano; no podemos ponerle puertas al mar, y lo natural será que siempre exista variedad de opiniones. Sin embargo, parecemos olvidar que
toda postura necesita una base. En efecto, para que realmente haya tolerancia, precisamos que todos mantengan una actitud tolerante. Lo mismo con el resto de valores: ¿cómo puedo pretender mantener una actitud respetuosa con la opinión de los demás, si ésta consiste en no respetar la mía? Por lo tanto, el pluralismo, para que perviva, necesita una base: libertad, tolerancia, y respeto.

La pregunta es, ¿cómo ser plurales, cómo pretender integrar en este esquema político y ético, a aquellos que no consideran la libertad, el respeto y la tolerancia como valores necesarios? Es decir, ¿cuáles han de ser los límites del
pluralismo político? Se defiende el multiculturalismo en cuanto se quiere respetar la variedad de formas de vida que sabemos que pueblan nuestro planeta. Sin embargo, sabemos que muchas de estas culturas perderían su sentido si adoptaran valores como el de la libertad o la tolerancia. Por ejemplo, el sistema de castas de la India perdería su esencia si quisiéramos imponerle el valor de la libertad y la igualdad occidentales. Ante este dilema, ¿qué hacer? Insistir en estos valores -tolerancia, respeto, igualdad, libertad, diálogo- es estrictamente necesario para poder llevar a la práctica el pluralismo político. Sin embargo, la adopción de éstos implica una toma de posición, que califica como moralmente superiores a estos valores occidentales, por encima de otras formas de vida.

Éste es un debate constante entre la corriente política liberal, la cuál también pretende ser
pluralista y tolerante. Es una discusión difícil de dirimir, y todo depende de qué se valore más: la libertad de las personas individuales, o la pervivencia de diferentes modos de vida, cuya desaparición significaría para muchos una pérdida irreparable. La pregunta es, ¿qué es más importante? ¿proteger el derechos de las personas a ser libres de elegir su modo de vida? ¿O proteger los diferentes modos de vida, aunque ello implique cercenar las libertades individuales de los miembros de dichas culturas?

Proclamo en voz alta la libertad de pensamiento y muera el que no piense como yo. Voltaire.

2 comentarios:

  1. Cierto, descubriste que Voltaire era un intolerante, como muchos que se definen hoy progresistas.

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  2. Disculpa que no haya respondido antes, no he podido atender el blog. Efectivamente, Voltaire resulta paradójico. Pero es el atractivo de la libertad social: ha de tener límites sino queremos que desaparezca. La pregunta es, ¿cómo poner estos límites?

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